domingo, 7 de marzo de 2010

Editorial



                                                 Collage de Nadia Durán

Esto comenzaría como una gran celebración de nuestro día, no pretendemos dejar de hacerlo, pero tras el terrible puente que hemos debido cruzar, luego del fuerte movimiento que sacudió las bases emocionales, morales y físicas de nuestro país, reconsideramos realizar una doble lectura a este nuevo 8 de marzo, “Día Internacional de la Mujer”. Por ello podrán encontrar relatos sobre como vivimos el terremoto, sumados a nuestras preocupaciones en torno a esta simbólica fecha. Así mismo, nuestros intereses y gustos musicales, literarios, gastronómicos y cinéfilos.

Un sábado de febrero

Lo ocurrido el pasado 27 de febrero a las 03:35 de la madrugada, removió los cimientos más allá del concreto. Fue un duro tránsito a descubrir nuestros espacios acallados. La sorpresa de develarnos como un país sísmico, versus la casi nula preparación para enfrentar una contingencia que suponíamos en nuestras manos. Por ello, por ese fracaso del ego, murieron muchos chilenos en medio de las olas de un mar que devolvía a las costas los restos de un naufragio logístico. Bastaba sólo con educación, bastaba sólo con la maduración de eventos anteriores como el terremoto y posterior tsunami de Valdivia en 1960, bastaba con teléfonos satelitales que no dependiesen de la saturación de las líneas y antenas de celulares. Bastaba con un gong como el que tocó la pequeña de 12 años de Isla Juan Fernández, que con sólo atender a su instinto salvó a muchos de su isla. Fue un fracaso de un país que se encuentra situado en el cordón de fuego del Pacífico, que no cuenta con un ente que fiscalice las construcciones de casas y edificios, que se desplomaron dejando bajo sus escombros a quienes soñaban con un hogar y encontraron una tumba. Otros no con menos dolor, si bien no perdieron la vida o a un ser amado, vieron desplomarse el sueño del progreso, tras la barbarie de seres inconcientes a los que sólo les preocupaba rebajar los costos de materiales, para llenar su vida arrogante.

Fue un fracaso moral, de un país que se viste de modernidad versus la abismante diferencias en la distribución de la riqueza. Fue un golpe, la vergüenza de los saqueos, un knock-out de rabia escondida, de resentimiento. Pero por sobre todo, de la creencia que avanza como plaga en sociedades donde al estatus está situado no en la nobleza, la decencia o como decía mi abuelo, “don de gente”, si no en objetos fuera de nosotros.

Las lecciones que nos dejó este 27 de febrero, también fueron bellas, como no agradecer los miles que se han movilizado con ayuda, los cientos que en gestos anónimos se olvidaron de su propio dolor para acudir al rescate de otros desconocidos que podían arrastrarlos a la muerte. Para que hablar de los gestos que obviamente ayudarán mucho, pero tarde. Esa es una de las más grandes preguntas que aun no acabamos de contestarnos como país, ¿por qué siempre esperamos a reparar y no, a hacer bien?, Por qué ahora los empresarios liberan de sus arcas 30 mil millones de pesos y no lo hacen con sus propios trabajadores asegurando sueldos justos?. No me acusen de negativa, sólo quiero revisar las preguntas que no acabo de responder en las noches que se mueven en el piso 19 que habito y que muestra sus fracturas como muchos otros.

Hoy, en el Día Internacional de la Mujer, me hubiese gustado hablar más de nuestros derechos logrados y los que quedan por lograr. Pero aun quedan días para ello y sólo este, este, para declamar y botar afuera como en una catarsis necesaria, lo que siento.

Bienvenidos a todas y todos al Kiosko de Eva… Por un mañana conciente, observante y feliz!

Claudia Trejos

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